10 octubre 2010


Según David Maister, un experto en “la psicología de las colas”, ha ideado una serie de efectos psicológicos que se producen en todas las personas que están haciendo cola, sin importar si es la cola del supermercado, la del cine, una caravana de coches en hora punta o cualquier otra.

El tiempo ocioso parece más largo que el ocupado. Por esa razón, las tiendas ponen revistas cerca de las cajas. O escuchamos la radio o hablamos por el móvil cuando estamos en una congestión de tráfico.

Los nervios hace que las esperas parezcan más largas. Basta que lleguemos tarde a alguna cita para que la cola nos parezca más larga de lo normal, por ejemplo.

Las esperas inciertas son más largas que las conocidas y finitas. Por esa razón, en la carretera se instalan tantos carteles con mensajes variables para informarnos de cuánto tiempo nos llevará un tramo de trayecto. Cuando más conocemos el tiempo de una espera, menos tiempo pensamos en la espera. Por ello también se ponen cada vez más letreros con el tiempo de espera del autobús o el metro.

Las esperas injustas son más largas que las equitativas.
Pensemos en los controles de vías, esas señales que retrasan la incorporación de los conductores a la autovía. A los conductores se los llevan los demonios: “¿Por qué tengo que esperar yo en la vía mientras la autovía se mueve?”. Un estudio reveló que las personas consideraban la espera en la vía entre 1,6 y 1,7 veces “más cargante” que la espera en la propia autovía.

Las esperas inexplicadas son más largas que las explicadas. Por ello se hace más llevadero un atasco si sabemos la razón del atasco: por ejemplo, un accidente.

La espera en solitario parece más larga que la espera en grupo.
Un estudio reveló que los conductores que viajan solos eran quienes más valor atribuían a ahorrar tiempo en el tráfico. Esto da a entender que los retrasos les afectan más que a las personas que no viajan solas.

Por lo demás, somos muy ineficientes a la hora de contar le tiempo que llevamos haciendo cola: solemos creer que hemos estado más tiempo haciendo cola del que en realidad hemos estado. Ésta es una de las razones por las cuales los parques de atracciones de Disney aumentan artificialmente los tiempos de espera anunciados en sus atracciones.

También influye la gente que tengamos detrás, incluso tanto como la que tenemos delante de la cola.

Un estudio realizado en una oficina de correos de Hong Kong reveló que, cuantas más personas haya detrás de alguien que hace cola, menos probable será que ésta “reniegue”, se rinda. Quizá la cola de repente parezca más valiosa. Otra teoría explica que cuando la gente está nerviosa (como suele suceder en las colas), es más probable que hagan comparaciones “descendentes” que “ascendentes”; en vez de pensar: “Mira lo lejos que están” los de la cabeza de cola, piensan: “Por lo menos estoy mejor que vosotros los de atrás.

Pero sin duda el tema más importante de las colas fue descubierto por Richard Larson, director del Centro de Fundamentos de Sistemas de Ingeniería en el MIT y una de las máximas autoridades mundiales en el tema de las colas: que las colas múltiples no funcionan. Lo que la gente prefiere es una única cola serpenteante que vaya siendo atendida por múltiples dependientes… aunque ello suponga hacer una cola más larga. Esto es así por justicia social, según dice Larson:

Con la cola única serpenteante tenemos garantizado que el primero en llegar será el primero en ser servido. Con las colas múltiples pasa lo que se ve en los McDonald´s a la hora de comer. Pasa el estrés de sumarse a una cola con muchas probabilidades de que alguien que se ha puesto al lado sea atendido antes que tú.
Vía | Tráfico de Tom Vanderbilt

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