Los pingüinos son omnipresentes… en la Antártida: dos tercios de esta región son pingüinos. Pero que esta imagen no os confunda: también hay pingüinos que viven en selvas tropicales costeras, por los crestados de Fiordland, Nueva Zelanda, o en cuevas volcánicas tropicales, como los de las Galápagos. Sólo los pingüinos Adela y emperador viven exclusivamente en la Antártida.
-El más grande es el emperador, que puede alcanzar más de 1 metro de altura. Bucea a más de 500 metros de profundidad. Mantiene la respiración durante 15 minutos. Pero no es el pingüino más grande que ha existido: hace 40 millones de años existió una especie, la Anthropornis nordenskjoeldi, que medía alrededor de 1,70 metros.
-A hora de expulsar los excrementos, los pingüinos Adela emplean una técnica muy curiosa a fin de mantener limpias sus plumas y el nido: se ponen en el borde del nido y expulsan el guano como si fuera un chorro: la presión rectal que ejercen es 4 veces más intensa que la de un ser humano (es decir, alrededor de 500 milibares, algo así como un barril de cerveza). Como podéis imaginar, los excrementos alcanzan hasta los 40 centímetros de distancia.
-¿Por qué un pingüino tan escatológico lleva nombre de mujer? Gracias al explorador francés Jules Sébastien César Dumont D´Urbille.
En 1870, su barco llegó a una isla junto a la barrera de hielo en la Antártida; sus hombres la bautizaron como isla D´Urbille en su honor. Más tarde se encontraron con un pequeño y rechoncho pingüino con abrigo negro y delantal banco, y el explorador le puso el nombre de su mujer (Adélie = Adela).
-Los Adela construyen sus nidos con piedras, pero las piedras son muy escasas en la Antártida… y ya sabemos lo que pasa cuando algo es escaso. Que se vuelve valioso y la gente está dispuesta a cualquier cosa por ella. Por esa razón, las hembras, cuando su pareja está lejos, acostumbra a prestar favores sexuales a otros machos solteros a cambio de piedras más grandes y mejores. Como dice John Lloyd: es la única forma conocida de prostitución aviar.
Los machos “clientes” se quedan en ocasiones tan satisfechos que las hembras consiguen más piedras sin sexo, sólo a cambio de unos coqueteos. Una hembra especialmente coqueta logró 62 piedras con ese método. Sin duda, los machos creen que merece la pena perder las piedras a cambio de la oportunidad de tener más crías. Los zoólogos especulan con la teoría de que la hembra podría estar intentando mejorar la variabilidad genética de su descendencia.
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd