En estos tiempos de feroz corrección política, vale la pena recordar un famoso experimento de la década de 1950.
El autor del experimento fue Salomon Asch, un psicólogo estadounidense mundialmente conocido y prestigioso debido a sus trabajos pioneros en psicología social, también del controvertido psicólogo Stanley Milgram. En él, pedía a un grupo de personas que diferenciaran a simple vista la longitud de una serie de líneas dibujadas en una serie de exposiciones. Todas aquellas personas menos una eran ganchos, estaban de acuerdo con el investigador para mentir en su apreciación.
Cuando llegó el turno del sujeto experimental, éste, tras dudarlo un poco, acabó diciendo lo mismo que los demás. La presión psicológica del grupo no había influido en su percepción (era evidente que veía distintas las varillas), pero sí en su respuesta, en su sinceridad.
Aunque la mayoría de los sujetos contestaron acertadamente, muchos demostraron un malestar extremo y una proporción elevada de ellos (33%) se conformó con el punto de vista mayoritario de los otros cuando había al menos tres cómplices presentes, incluso aunque la mayoría dijera que dos líneas con varios centímetros de longitud de diferencia eran iguales.
Cuando los cómplices no emitían un juicio unánime era más probable que el sujeto discrepara que cuando estaban todos de acuerdo. Los sujetos que no estaban expuestos a la opinión de la mayoría no tenían ningún problema en dar la respuesta correcta.
Vía | Wikipedia / Los boxeadores boxean
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